Jardines de Miquel Martí i Pol
Jardines del Museo Can Framis. Un mar de hiedra que cubre un gran número de bulbos de flores que explotan en una sinfonía de colores que acompaña el museo. Los bulbos florecen en un estudiado pentagrama monocolor en función de la época del año (la semana de las flores blancas, la semana roja, la azul, la violeta, etc...). Un jardín premeditadamente antiguo, donde la vegetación será la protagonista más que el gesto. Un espacio natural, entendido como un pedazo de naturaleza en medio de la ciudad, en claro contraste formal con el entorno. Un aspecto despeinado, poco dibujado, con caminos estrechos y tortuosos, con un mobiliario urbano metálico verde que nos recuerda el pasado, con un cierto aire melancólico, a tono con el edificio. El jardín, ligeramente deprimido respecto a la ciudad, con dunas (olas) que lo ocultan desde la calle, se convierte por su volumen de vegetación (hiedra, herbáceas, flores y árboles) en un oasis de silencio y tranquilidad... es como estar en medio de un bosque. Un visitante despistado creerá que el jardín siempre estuvo allí, acompañando a Can Framis.